Serio, visiblemente emocionado y con un tono de voz creciente, el pontífice dijo que la guerra es "una locura" alimentada por conceptos como "la avaricia, la intolerancia y la ambición de poder" que a menudo encuentran justificación en la ideología y que destruye y trastorna todo.
Además, Francisco criticó la indiferencia instalada en la sociedad, que ilustró con la respuesta con la que Caín negó ante Dios conocer el paradero de su hermano asesinado: "¿A mi qué me importa?".
La guerra es una locura"Sobre la entrada a este cementerio se alza el lema desvergonzado de la guerra: «¿A mí qué me importa?». Todas estas personas, cuyos restos reposan aquí, tenían sus proyectos, sus sueños... (...) La humanidad dijo: «¿A mí qué me importa?»", recordó.
En Papa dijo que en la "sombra" de la sociedad convergen "planificadores del terror", "intereses, estrategias geopolíticas, codicia de dinero y de poder" y una industria armamentística cuyo corazón está "corrompido" por "especular con la guerra".
El pontífice instó a los fieles "con corazón de hijo, de hermano y de padre", a "llorar", es decir, a reaccionar ante el belicismo y a abandonar la postura de Caín, que tras asesinar a Abel no derramó ninguna lágrima.
RECORRIDA
Para conmemorar el trágico aniversario de la Primera Guerra Mundial, el Papa hizo este viaje pastoral de apenas cinco horas y visitó los camposantos de las partes beligerantes.
En primer lugar, rezó en solitario en el cementerio austrohúngaro, donde yacen en suelo italiano 14.550 combatientes del Eje Central. Luego fue al sagrario militar de Redipuglia, donde están los restos de 100.000 soldados italianos.
Este último fue el escenario donde Francisco llevó a cabo su misa y su homilía, en la que participaron los cardenales de Viena y Zágreb, además de obispos de Austria , Croacia, Hungría y autoridades civiles y militares.
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