Queridas Hermanas
Padre Pedro Duarte, CM Director Provincial
Padre Gabriel Naranjo, CM- Facilitador
Padre Fernando Macías, CM Visitador Provincial
“La caridad de Jesucristo crucificado nos apremia.” Caridad que lo llevó a entregar su vida sin reservas, amándonos hasta el extremo, entregándolo todo, incluida su Madre. Es la misma Caridad la que va a movilizar a todas las Hijas de la Caridad urgiendo esta Compañía a dar respuestas audaces a las necesidades que van surgiendo cada día. Caridad que nos urge a limpiar nuestra mirada, afinar los oídos del cuerpo y del espíritu para escuchar el clamor de los pobres, fortalecer nuestros pasos vacilantes y avivar el amor primero.
El momento que hoy estamos viviendo tiene mucho de Pentecostés, por ello les invito a iluminarlo con el texto de los Hechos de los Apóstoles:
1 Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.
2 De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban.
3 Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos;
4 quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
5 Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo.
6 Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua.
7 Estupefactos y admirados decían: «¿Es que no son galileos todos estos que están hablando?
8 Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa?
(Hechos de los Apostóles Cap 2)
Este 07 de mayo del 2014 estamos reunidas en este salón 117 Hermanas procedentes de diferentes lugares. No nos acompañan ni el ruido, ni el viento ni el fuego, como elementos externos figurativos del Espíritu Santo, pero sí la fe, la esperanza y la caridad recibidas el día de nuestro bautismo y las virtudes propias de nuestro espíritu que hemos tratado de adquirir a lo largo de nuestra vida. Por lo tanto, el Espíritu Santo está en nosotras. Y para colmo de nuestra alegría nos acompaña la Santísima Virgen María nuestra Madre.
Desde esta óptica les invito a reflexionar sobre diez breves puntos inspirados en el hecho fundacional de la Iglesia.
1. Pentecostés es tiempo de re-unión
“Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo”.
Dios quiso un paso previo para la creación de la Iglesia, que los seguidores del crucificado se re-unieran, que volvieran a valorar las razones para estar unidos.
Hay entre nosotras hermanas de países y culturas distintas. 25 Hermanas de Argentina, 25 de Bolivia, 38 de Chile, 23 de Paraguay y 6 de Uruguay, unidas y re-unidas en comunión de pensamiento y de oración, de espíritu y corazón.
2. Pentecostés es tiempo de compartir los dolores y esperanzas
Los apóstoles traían sus angustias, temores recientes. No eran súper hombres.
A nosotras hoy nos acompañan los sufrimientos y las esperanzas de los pobres que atendemos y como una acicate, los sufrimientos y esperanzas de los que no alcanzamos a servir por falta de vocaciones y que sin embargo, su clamor sube hasta el corazón de Dios.
Los hemos visto y escuchado dentro de los límites de nuestra Provincia: primero las grandes inundaciones en Bolivia, en San Juan Argentina, luego dos terremotos en el norte de Chile y un mega incendio en Valparaíso. Inundaciones también últimamente en Paraguay. Miles de pobres que lo han perdido todo. Desde nuestra pobreza hemos intentado dar una mínima respuesta, pero el sufrimiento continúa.
3. Pentecostés es un acto fundacional
Es buscar formas de consolidarnos en la roca verdadera que es Cristo. Pentecostés se aleja de la arena, construye sobre roca firme, una buena base que integra la opción de confiar en Dios y la integración de las mejores herramientas humanas para hacer de su obra, una obra afectiva y efectiva.
Da un enorme gusto ver a hermanas avanzadas en años que se abren al uso de las nuevas tecnologías. Vemos como muchas Hermanas están aprendiendo nuevos manejos de planificar y ordenar las tareas, acompañadas de laicos en el uso de modelos de gestión de mayor eficiencia, sin dejar lo esencial.
Creo interpretar el anhelo de cambio que todas esperamos en esta Asamblea, encontrar lo “nuevo” del proceso de reconfiguración. Dios nos llama, Dios nos grita ¿Tenemos sorderas que nos hacen impenetrables a su llamado? ¿Percibimos en estos acontecimientos las llamadas que Dios nos está haciendo?
Pentecostés nos trae la novedad no exenta de miedos, porque nos sentimos más seguras si tenemos todo bajo control, si somos nosotras las que construimos, programamos, planificamos nuestra vida, según nuestros esquemas, seguridades y gustos. Y esto nos sucede también con Dios.
4. Pentecostés es cumplimiento de una promesa
Antes de dejar a sus apóstoles, Jesús les había prometido que les enviaría el Espíritu. Los apóstoles le creen, se reúnen, oran, fortalecen la esperanza.
Dios tiene tantas promesas con nuestras obras, promesas que nos hacen creer que nuestros mayores temores serán superados.
Esto lo sabemos y con frecuencia lo seguimos, lo acogemos, pero hasta un cierto punto; nos resulta difícil abandonarnos a Él con total confianza, dejando que el Espíritu Santo anime, guíe nuestra vida, en todas las decisiones; tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes con frecuencia limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos.
Preguntémonos hoy: ¿Estamos abiertas a las “sorpresas de Dios”? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididas a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta? ¿Estamos dispuestas a creer en la promesa de Dios para la compañía y lanzarnos tras ella a ojos cerrados?
Nos hará bien hacernos estas preguntas durante toda la Asamblea.
5. Pentecostés es tiempo de unidad y armonía
Todos entendían en sus respectivas lenguas, cuando se les predicaban las maravillas del Señor... La Iglesia nacía definitivamente sobre dos valores esenciales: Comunión y participación, a partir de la diversidad y unidad.
En la Iglesia, la unidad y armonía la anima el Espíritu Santo. Sólo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad.
En cambio, cuando somos nosotros los que pretendemos la diversidad y nos encerramos en nuestras particularidades, en nuestros exclusivismos, provocamos la división; y cuando somos nosotros los que queremos construir la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad.
Si por el contrario, nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia. Dios quiere que cada Hermana sea lo más exclusivo y único que su amor pudo soñar y desde esa comunidad diversa, integrar una compañía unida y consolidada en su amor.
Es tiempo de preguntarnos: ¿Si estamos abiertas a la armonía del Espíritu Santo, superando todo yoísmo y exclusivismo? ¿Estoy dispuesta a buscar la unidad, por sobre mis tendencias y opciones personales? ¿Qué estoy aportando para la unidad de nuestra provincia, efectivamente en la forma de trabajar y entendernos en las diferencias de culturas y procedimientos?
6. Pentecostés es tiempo de Pascua
Han pasado cincuenta días de la partida del Señor, pero en pentecostés se une el tiempo pascual, la vida del resucitado, con el anuncio de la resurrección del ser humano, con la transformación de todas las esclavitudes y sufrimientos humanos. Los enfermos serán sanados, los inmigrantes tendrán ciudadanía, los pobres dignificaran su vida, los ancianos tendrán una mesa servida, los niños escuelas de calidad. La originalidad de nuestra fe está en la unidad de la Pascua con Pentecostés.
Pascua y Pentecostés nos invitan a integrar intimidad, sacrificio y servicio… ¿Estamos viviendo esta unidad? ¿Estoy cuidando la calidad de nuestro servicio, sin descuidar mi vocación profunda de ser Hija de la Caridad? ¿Logro mantener encendida la lámpara de mi amor por Jesucristo, viva, activa, despierta, plena?
7. Pentecostés es tiempo de nuevos aprendizajes
Las Asambleas en la Compañía de las Hijas de la Caridad siempre han servido para renovarnos, destacándose como hitos luminosos a lo largo de su historia como escuelas de nuevos aprendizajes.
El proceso de reconfiguración trae consigo la invitación a una auténtica y profunda renovación, que se hace efectiva a partir de las Asambleas, de lo contrario no tendrían sentido todos los esfuerzos realizados. Pero esto no lo podemos lograr solas, necesitamos la asistencia imprescindible del Espíritu Santo, como lo fue para los Apóstoles en los comienzos de la Iglesia, como lo fue para nuestros Santos Fundadores en los comienzos de la Compañía a la hora de poner los cimientos.
Para que el Espíritu Santo logre cumplir con su función, necesitamos entregarnos totalmente a Él y dejarnos conducir dócilmente por sus inspiraciones para que pueda perfeccionarnos, hacernos crecer y renovarnos. El Espíritu Santo ora en nosotras: Necesitamos de un gran silencio interior y de una profunda pobreza espiritual para pedir que ore en nosotras. Dios interviene para bien de los que le aman.
Pero orar, va unido con trabajar, con aprender siempre las lecciones que Dios nos entrega, con buenas acciones que van generando hábitos y creando nuevas realidades. Ellas determinan el futuro que San Vicente imaginaba para la obra que estaba creando.
Por ello es que, si nos acostumbramos a buscar a Dios, discernir Su Voluntad y habituarnos a seguirlo, lo que es un esfuerzo natural, llegará a ser una obra divina, un acto en que el Espíritu de Dios revoloteará sobre nosotras para cada día realizar su obra creadora.
Pero también tenemos que desacostumbrarnos y trabajar por superar los malos hábitos, los aprendizajes negativos, la rebeldía sin causa, el hábito de ponernos en el centro y de olvidar que Dios siempre está privilegiando la periferia, allí están los que dan forma a nuestra opción preferencial por los pobres.
Debemos olvidar al mal aprendizaje de trabajar solas, pensando que la obra “es nuestra obra”, descartando al dueño de la mies, muchas veces guiadas por una buena intención, tendemos a voluntarizar nuestra tarea, debilitando nuestra conciencia de que Dios multiplica el trabajo hecho en su nombre.
El Espíritu Santo nos lleva a la verdad plena, nos fortalece para que podamos ser testigos del Señor, nos muestra la maravillosa riqueza del mensaje cristiano, y vicentino, nos llena de amor, de paz, de gozo, de fe y de creciente esperanza, nos regala una escuela de aprendizaje con el don de SABIDURÍA que nos permite entender, experimentar y saborear las cosas divinas, para poder juzgarlas rectamente, escuchándonos respetuosamente unas a otras. Y esto es precisamente el trabajo de la Asamblea. Nos regala el don de PIEDAD, que nos ayuda a amar a Dios como Padre y amarnos entre nosotras como verdaderas Hermanas y amigas que nos queremos de verdad, que somos capaces de hacer proyectos juntas y canalizar nuestras energías en un servicio creativo y práctico.
8. Pentecostés es tiempo de anuncio y misión
Los apóstoles empezaron inmediatamente a predicar la Buena Nueva de la salvación. El miedo a ser crucificados ya no estaba con ellos.
El Espíritu Santo es el alma de la misión. Lo que sucedió en Jerusalén hace casi dos mil años no es un hecho lejano, es algo que llega hasta nosotros, que cada una de nosotros podemos experimentar.
El Pentecostés del cenáculo de Jerusalén es el inicio, un inicio que se prolonga. El Espíritu Santo nos muestra el horizonte y nos impulsa a las periferias de todo tipo para anunciar la vida de Jesucristo.
Preguntémonos si tenemos la tendencia a cerrarnos en nosotros mismos, en nuestro grupo, o si dejamos que el Espíritu Santo nos conduzca a la misión. ¿Qué misiones nuevas nos esperan? ¿Estoy disponible para servir en ellas?
9. Pentecostés es tiempo de liderazgo compartido
El Espíritu llenó toda la casa en la que se encontraban.
Las lenguas como de fuego se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo.
El texto nos dice que no hubo uno que no hubiese recibido el Espíritu. Se posó en CADA UNO.
Así es el trabajo en la Compañía de las Hijas de la Caridad y nos lo dice el Documento Inter Asambleas 2009- 2015: DEJÉMONOS TRANSFORMAR POR EL ESPÍRITU:
“Revitalicemos, a todos los niveles, la participación y la corresponsabilidad que favorecen una actitud permanente de discernimiento, con miras a la toma de decisiones”.
Por eso es cada vez más urgente preguntarnos si deseamos colaborar decididamente al bien del trabajo en comunidad. A evitar hablar de “MI” obra, “MI” equipo, sino que todas estemos al servicio de la obra y del equipo. ¿Cómo Insertar estilos de trabajo que recuperen la voz de la comunidad, de hermanas y laicos, de los agentes de pastoral y sus destinatarios?
“La mansedumbre, la cordialidad, la tolerancia han de ser el ejercicio propio de las Hijas de la Caridad, del mismo modo que la humildad, la sencillez, el amor a la humanidad santa de Jesucristo, que es la perfecta caridad, son su espíritu”.(Santa Luisa, hacia octubre 1652, 420 (L.377). a las Hijas de la Caridad de Richelieu, Corr. Y escr., p. 397).
10. Pentecostés es tiempo Mariano
Siguiendo con el texto de los Hechos de los Apóstoles, nos encontramos con la figura de María: “Todos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María la madre de Jesús”. Ciertamente María no pertenece al grupo de los Apóstoles, pues no ocupa un lugar jerárquico, pero es presencia activa y animadora primera de la oración y la esperanza de la comunidad.
Nuestra Provincia puesta bajo la protección de la Santísima Virgen Nuestra Señora de la Misión, se ubica perfectamente en la escena del Cenáculo y la irrupción del Espíritu Santo. Necesitamos vivir la experiencia de los Apóstoles y María para hacernos cargo de la propuesta de la Asamblea General:
“La audacia de la Caridad para un nuevo impulso misionero”.
Y en esta primera reflexión, ¡Cómo no evocar la experiencia mística de Santa Luisa ocurrida el 4 de junio de 1623, día de Pentecostés oyendo la Misa de San Nicolás de los Campos, calle San Martín, que ella misma lo describe así:
“En un instante, mi espíritu quedó iluminado acerca de sus dudas. Y se me advirtió que debía permanecer con mi marido, y que llegaría un tiempo en que estaría en condiciones de hacer voto de pobreza, de castidad y de obediencia, y que estaría en una pequeña comunidad en la que algunas harían lo mismo. Entendí que sería esto en un lugar dedicado a servir al prójimo; pero no podía comprender cómo podría ser, porque debía haber movimiento de idas y venidas.”
Santa Luisa no se imaginó que en ese momento, Dios empezaba a mostrarle su carisma. Así como la Iglesia carismática nació el día de Pentecostés con los Apóstoles y María, la Compañía de las Hijas de la Caridad nació con esta experiencia mística de Santa Luisa.
En Pentecostés los Apóstoles fueron enviados a dar testimonio de la Resurrección de Jesucristo, hacer discípulos suyos a todos los hombres y a enseñarles a vivir todo lo que él enseñó.
El 4 de Junio de 1623 este mismo Espíritu regala a la Iglesia el carisma de servicio al prójimo estructurándolo sobre los tres pilares fundamentales: Consagración, vida fraterna en comunidad y misión “yendo y viniendo”.
Todos quienes estamos aquí, compartimos que para ser fieles a Dios, debemos renovar nuestra dependencia del Espíritu Santo para que podamos ser capaces de construir una Provincia unida, en permanente comunión de espíritu, estimándonos en más cada una a la otra con una cordialidad a toda prueba, para que podamos salir al encuentro de los Pobres allí donde se ignora su presencia, y donde su situación de marginalidad no cuenta para las estadísticas económicas de los gobiernos porque no son fuerzas productivas.
Dejemos que el Espíritu Santo avive en cada una de nosotras la llama de la Caridad. Imploro con fe la poderosa intercesión de la Santísima Virgen Nuestra Señora de la Misión, suplico confiadamente la amorosa presencia de nuestros Santos Fundadores para que el trabajo de la Asamblea se desarrolle según el designio de Dios, haciéndonos cargo de la inversión de tiempo y economía que como Provincia estamos haciendo, y de la gran esperanza que tenemos todas para que de este Asamblea brote lo nuevo que anhelamos.
¡Dejémonos guiar por el Espíritu de Dios que hace nuevas todas las cosas!
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Hna. María Isabel Ruiz, HC.
Visitadora Provincial
Casa Provincial en Asunción
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