Reflexiones Vicentinas al Evangelio: Corazón de Jesús
por Javier F. Chento
Meditación Vicentina:
Cuando le rezamos al Sagrado Corazón de Jesús, tratamos de hacernos más conscientes del amor personal que Jesucristo tiene para cada uno de nosotros. Jesús nos dijo: “Este es mi mandamiento – ámense unos a otros como yo los he amado.” Jesús tenía un corazón muy grande. Nosotros conocemos muchos que son de corazón grande. La devoción al Sagrado Corazón significa que nosotros, al mismo tiempo, debemos esforzarnos para ser personas de corazón grande. Cuando pensamos en generosidad, pensamos en dinero. Pero hay muchas cosas, aparte del dinero, con que podemos ser generosos. Podemos ser generosos en perdonar; en tratar de comprender a otros; en el tiempo que damos a otros, y seguramente todos podemos pensar de muchas otras maneras de ser generosos con otros. Jesús fue generoso con todo lo que tenía para dar y era poco o nada el dinero que tenía.
Pregunta para discutir:
¿Cómo podemos hacernos más generosos, como el corazón de Jesús?
Oración de Clausura:
La Sociedad de San Vicente de Paúl ha sido solemnemente consagrada al Sagrado Corazón de Jesús desde el día 5 de Febrero de 1872. En aquel tiempo, un Acto de Consagración fue preparado a petición de la Sociedad y este Acto de Consagración es renovado anualmente por todas las unidades de la Sociedad. (Manual Estadounidense). Y así oremos juntos:
Acto de Consagración
Señor Jesús, Tú viendo la indiferencia fría del mundo, y para revivir la caridad entre todos, has revelado frente a ellos Tú Sagrado Corazón y revelado también las riquezas infinitas de Tú divino amor, venos postrados ante Ti, nosotros quienes formamos solo una Familia, por el vínculo de caridad fraternal, esparcida, en verdad, por todo el mundo, pero unidos bajo el estandarte de San Vicente de Paúl, y formando solo un cuerpo y un alma en el espíritu común del apostolado de caridad;
Dedicamos y Consagramos a Tú divina persona y a Tú Sagrado Corazón este nuestro Consejo (o Conferencia), y todos los miembros de que se compone, los pobres a quien visitamos en Tú nombre, la juventud y los niños a quien respondemos para mantenerlos en Tú servicio; en una palabra, todos aquellos de quien cuidamos, y todas las obras que emprendemos en los varios lugares para Tú Gloria.
Aun seguros de no ser dignos, Te suplicamos recibas esta ofrenda en la fragancia de dulzura; inflámanos con ese fuego, que desde lo profundo de Tú Corazón, deseas ver encendido cada día más y más, para que, llenos con la ternura de Tú Corazón, podamos aprender a odiar las cosas de este mundo, amar a nuestro próximo, por palabra y ejemplo, y que, entre las vicisitudes de este mundo, podamos fijar nuestros corazones en las riquezas y la alegría que nunca terminaran. ¡Amén!
Autora: sor Kieran Kneaves, HC
Fuente: Sociedad de San Vicente de Paúl en Estados Unidos.
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