“Luz de Pentecostés” Santa Luisa de Marillac




 “Luz de Pentecostés”

Tendremos la gracia de venerar durante una gran parte de la jornada el texto original de la “Luz de Pentecostés”, escrito de su puño y letra y conservado en los archivos de la Congregación de la Misión.

Así mismo, las invito a releer y meditar, en comunión con nosotras, personalmente y en Comunidad, la “Luz de Pentecostés”.

 

En el año 1623, el día de Santa Mónica, Dios me otorgó la graciade hacer voto de viudez si Dios se llevaba a mi marido.

 

El día de la Ascensión siguiente, caí en un gran abatimiento de espíritupor la duda que tenía de si debía dejar a mi marido como lo deseabainsistentemente, para reparar mi primer voto y tener más libertad paraservir a Dios y al prójimo.Dudaba también si el apego que tenía a mi Directorno me impediríatomar otro, ya que se había ausentado por mucho tiempo y temía estarobligada a ello.Y tenía también gran dolor con la duda de la inmortalidad del alma. Loque me hizo estar desde la Ascensión a Pentecostés en una aflicción increíble.

 

El día de Pentecostés oyendo la Santa Misa o haciendo oración enla iglesia en un instante, mi espíritu quedó iluminado acerca de sus dudas.Y se me advirtió que debía permanecer con mi marido, y que llegaríaun tiempo en que estaría en condiciones de hacer voto de pobreza, de castidady de obediencia, y que estaría en una pequeña comunidad en la quealgunas harían lo mismo.

 

Entendí que sería esto en un lugar dedicado aservir al prójimo; pero no podía comprender cómo podría ser, porque debíahaber (movimiento de) idas y venidas. Se me aseguró también que debía permanecer en paz en cuanto ami Director, y que Dios me daría otro, que me hizo ver (entonces), segúnme parece, y yo sentí repugnancia en aceptar; sin embargo, consentípareciéndome que no era todavía cuando debía hacerse este cambio.

 

Mi tercera pena me fue quitada con la seguridad que sentí en mi espíritude que era Dios quien me enseñaba todo lo que antecede, y puesDios existía, no debía dudar de lo demás.

 

Siempre he creído haber recibido esta gracia del Bienaventurado Monseñor de Ginebra, por haber deseado mucho, antes de su muerte, comunicarleesta aflicción y, por haber sentido después gran devoción y recibidopor su medio muchos favores, y en aquel entonces sé que tuve algún motivopara creerlo así, del que ahora no me acuerdo.

 

Fortalezcamos nuestra confianza en el Espíritu Santo para que, a ejemplo de Santa Luisa, ocupe por entero nuestro corazón y nuestra vida. Sólo Él podrá darnos la audacia de la Caridad para un nuevo impulso misionero. Se nos ofrece una bella oportunidad en este tiempo pascual cuando,   en unos días celebraremos la novena al Espíritu Santo.

Sor Kathleen Appler

Hija de la Caridad

 








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