Renovación de los Votos de las Hijas de la Caridad




El 25 de marzo, ahora 9 de Abril de 2018 en la fiesta de la Anunciación, más de 16.000 Hijas de la Caridad en 91 países de todo el mundo renuevan sus votos. No será solo una renovación de la devoción, sino, como sus votos han vencido la noche anterior, cada hermana será libre de elegir comprometerse con Dios al hacerlos de nuevo. Nuestros votos son diferentes de los de la mayoría de religiosos, porque son anuales, tomados de años en año, y también porque hacemos un voto de servicio a las personas que son pobres, además de los votos tradicionales de castidad, pobreza y obediencia.

Para entender estas diferencias hemos de remontarnos en la historia a las raíces de nuestra Compañia en el siglo XVII, en Francia. En ese momento había una pobreza generalizada, tanto en ciudades y como en zonas rurales, que fueron devastadas por la guerra y la enfermedad. San Vicente de Paúl se sintió urgido a responder a las terribles necesidades que veía a diario a su alrededor. Ya había organizado a algunas mujeres, en lo que se conoce como las Cofradías de la Caridad. En París, muchas de las grandes damas estaban involucradas en el servicio a los pobres. Esto funcionó bien durante cierto tiempo, pero luego algunas señoras se relajaron, y enviaban a sus criadas para reemplazarlas en el servicio a los pobres, lo cual no encontró adecuado Vicente; él y su colaboradora, Luisa de Marillac, se afanaron en buscar una solución. Y la Providencia divina proporcionó la respuesta. Una buena joven del campo, Margarita Naseau, llegó a la capital y ofreció sus servicios para ayudar en el cuidado de los enfermos. Vicente estaba encantado, y pronto siguieron otras chicas el ejemplo de Margarita. Al principio ayudaban a las Damas en las parroquias, y Luisa se mantenía en contacto con ellas. Llegó el momento en que se vio la necesidad de reunirlas en una comunidad, para protegerlas y formarlas. Después de algunas reticencias iniciales, Vicente estuvo de acuerdo, y en 1633 Luisa acogió a cuatro chicas en su casa, y así nació la Compañía de las Hijas de la Caridad.

Vicente y Luisa querían que estas jóvenes entregasen su vida a Dios con el fin de servir a Cristo en los pobres, pero evitaron que cualquier cosa las etiquetara como monjas. La razón de esto es que, en ese momento, las religiosas eran [solamente] de clausura, y esto impediría a las jóvenes ser libres para entrar en las estancias de los pobres, para cuidar a los enfermos. Durante ocho años no hubo votos, aunque las jóvenes vivían una vida de entrega total, a imitación de Cristo. Despúes de este periodo, Vicente mencionó tentativamente la posibilidad de tomar votos, y un año más tarde, en la fiesta de la Anunciación de 1642, Luisa y otras cuatra hicieron votos perpetuos de castidad, pobreza y servicio de los pobres. Los votos fueron opcionales durante muchos años. Luisa, gran devota de María, eligió esta fiesta y vio a María como modelo para sus hijas en su entrega total a la llamada de Dios, y en dedicar su vida por completo a la misión personal de su Hijo. A partir de 1660, se acordó que todas las hermanas hicieran votos anuales después de [pertenercer a la Compaía durante] cinco a siete años, y esta práctica ha perdurado hasta nuestros días.

Nos podríamos cuestionar el por qué seguir esta tradición hoy en día, pues muchos religiosos con votos perpetuos son libres de ir y venir en el mundo. La respuesta es, supongo, que los votos anuales para el servicio de los pobres se han convertido en parte de nuestra identidad y son reconocidos por la Iglesia. Las hermanas esperamos cada año la fiesta de la Anunciación, cuando hemos de elegir comprometernos de nuevo, y una gran corriente de renovación se extiende por toda la Compañía, en unos 90 países de todo el mundo.








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