Santa Luisa de Marillac y el misterio de la Navidad :
- Reciban, ustedes también, mis queridas Hermanas, las que la Divina Providencia ha hecho que les toquen en suerte, y créanme con un corazón renovado de afecto hacia ustedes, en el amor de Jesús Niño que empieza a derramar su sangre ya en el pesebre, mis muy queridas Hermanas, su muy humilde Hermana y afectísima servidora.
- Honraré la paz que contemplo en el pesebre, con una disposición a tener hartura en vez de ansiedad, en la posesión de Dios, que no se niega nunca al alma que le busca de verdad, adorando la divinidad en ese estado de la Infancia de Jesús e imitando cuanto pueda su santa Humanidad, en especial en su sencillez y caridad que le han movido a hacerse Niño para facilitar a sus criaturas el libre acceso a Él.
- Que el pesebre es el trono del reino de la santa pobreza; mucho he deseado ser admitida cabe él, ya que dicha pobreza es la virtud más amada por el Rey de los Pobres, como lo ha demostrado el hecho de que a pesar de estar por toda la tierra, sólo le reconocen los que lo son en verdad y sencillez. Por eso, proclama su nacimiento por voces celestiales, para manifestar con ello que Dios mismo honra tal estado. Para participar de esa gracia, hay que corresponder sin demora a las santas inspiraciones, a imitación de los pastores.
- Podemos también ofrecerlos ante el pesebre como los presentes de los tres Reyes. La limosna en vez del oro, el ayuno en vez de la mirra y la oración como el incienso: y también presentárselos los tres a la Santísima Trinidad: la oración al Padre, el ayuno al Hijo y la limosna al Espíritu Santo; haciéndolo así, adoraremos a nuestro Dios encarnado con los Ángeles por medio de la oración, con los Reyes por medio de la limosna y con los pastores por el ayuno, y Dios nos bendecirá