Durante la ceremonia de inauguración, la religiosa María Isabel Ruiz, superiora provincial de las Hijas de la Caridad, señaló que “esta es una pequeña obra fruto de numerosos esfuerzos que las hermanas han realizado durante un año, poniendo todo el ardor de su vocación con el único fin de contribuir con un granito de arena a que nuestro mundo sea un poco más humano y que los niños, que son el futuro, crezcan con menos sufrimiento y más ilusión por la vida”.
El equipo a cargo del centro cuenta con una educadora de párvulos, una auxiliar y dos personas encargadas de la cocina y limpieza de los espacios comunes, cuidando de que este sea un lugar acogedor para los pequeños, bajo la dirección de la hermana Casilda Méndez, acompañada en la comunidad de las religiosas María Cristina Allende y Margarita Oyarzo.
Por su parte el sacerdote Pedro Duarte, director provincial de las Hijas de la Caridad, previo a la bendición del centro manifestó que “venimos a ser instrumento de la obra de Dios quien nos pide que nos preocupemos de los necesitados, de los más pequeños, por eso los niños serán amos y señores de este hogar”.
El funcionamiento de este centro ubicado en Riquelme 964 es desde las 8 a las 17 horas, teniendo como único requisito de admisión que sean niños de familias migrantes en situación irregular.
PRESENCIA VICENTINA
Desde principios de la década de los 90, esta congregación de hermanas Vicentinas ha marcado una importante presencia de servicio acompañando a las comunidades de nuestra diócesis. El trabajo con los pueblos originarios en Cariquima fue su primera encomienda entregada por don Enrique Troncoso, para posteriormente diversificando su servicio, dar vida a una de las obras más emblemáticas de nuestra región, el Hogar San Vicente de Paul.
Acostumbradas a un trabajo permanente en las periferias, las Hijas de la Caridad colaboraron codo a codo con la comunidad de El Boro dando orgánica a las comunidades San Lorenzo y Nuestra Señora del Camino, proceso en el que conocieron las grandes necesidades de los pobladores motivando así a la construcción del colegio “Nazaret”, obra ejecutada por el Obispado de Iquique.
El año 2011, asumen un nuevo servicio pastoral instalándose en la localidad de Pisiga en la frontera de Chile y Bolivia acogiendo a mujeres migrantes, a cargo de una comunidad compuesta de religiosas provenientes de ambas naciones y del Perú, como signo de colaboración y fraternidad entre las naciones hermanas. Esta experiencia les ha llevado a seguir avanzando para cubrir las necesidades que en su andar van descubriendo y que hoy las convoca a celebrar una nueva obra al servicio de los más necesitados.
Fuente: Comunicaciones Iquique
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